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Las mujeres llevamos en nuestro linaje una herida colectiva que nos ha enseñado a poner a los demás primero, a complacer, a pedir permiso. Esta herida, transmitida de generación en generación, afecta nuestros deseos y nuestra forma de accionar en el mundo.

Para tener una vida próspera es necesario que nuestro primer y primordial vínculo esté sano. Lo que suceda con nuestro vínculo materno afecta nuestra abundancia, la manera de nutrirnos, el autocuidado, el valor personal, el amor, la fertilidad y la comunicación.

Vínculo no quiere decir relación, no hace falta que te lleves ni mal ni bien con tu mamá para sanarlo. No hace falta que seas madre. Ni que tengas mamá. Podés venir con ella o sola para dedicarte un momento de disfrute, sanación y transformación desde el amor.